¿Por qué -me pregunto yo- la humanidad vive en una mentira permanente?. Porque está claro que aquí cada uno va a lo suyo y difícilmente puede uno saber la verdad, en materia alguna. Especialmente cuando están en juego intereses.
A mediados de la década de los 70 y hasta bien entrada la de los 80, revistas de reconocido prestigio como Newsweek y Science advertían de la inminente glaciación que se produciría en breve y que cubriría todo nuestro hemisferio. Vaticinaban hambrunas catastróficas provocadas por un enfriamiento global y lo hacían de acuerdo con la opinión de la práctica totalidad de los meteorólogos consultados. The New York Times recogía que los científicos daban por cierto que el hemisferio norte había estado enfriándose desde 1.950. Se decía que había datos inequívocos y a partir de ellos se daban teorías que produjeron toda suerte de titulares y de documentales, como ocurre actualmente pero con el efecto contrario. Afortunadamente se equivocaron pero... ¿Lo harán también ahora?
Está claro que los científicos están divididos al respecto. Ni tienen claro de que exista el famoso Cambio Climático, ni tampoco de que sea el hombre quien lo haya podido producir. Ante tal división de opiniones, ¿que podemos hacer?. Está claro que todo cuanto se haga, necesario o no, será bueno para el planeta y para todos nosotros, pero si no están perfectamente probadas estas cuestiones, ¿por qué se lanzan al aire, preocupando a la humanidad? Da la impresión que, una vez más, esta nueva "amenaza" tiene más visos económicos que reales. Lo que sí está claro es que la humanidad en general es miedosa y el anuncio de catástrofes siempre encuentra oídos dispuestos a escuchar y a preocuparse, convirtiendo la mentira en verdad y las cuestiones verdaderante preocupantes en nimiedades. Entrados en el siglo XXI, ya con la información a disposición de todo el mundo en general, se harán más necesarios que nunca anuncios de este tipo, que preocupen al personal y que hagan invisibles fenómenos como la moderna esclavitud. Unos lucrándose, mientras otros trabajan.
Las épocas feudales quedaron atrás, pero las cosas no han cambiado tanto. Sigue habiendo señores y vasallos. En un mundo tan informado como el actual, han de inventarse nuevos métodos de distracción, para que el trabajador cumpla su cometido y lo haga agradecido además por el "favor" que se le hace al concederle el trabajo que, a su entender, le hace libre. Es una simple cuestión de cambio de escenario, para una película siempre repetitiva. En el último cuarto del siglo XX fue la amenaza del enfriamiento global. Actualmente la del calentamiento, ¿cual será la siguiente?. Cuando el calentamiento global se haya difuminado en el tiempo, el mundo tendrá totalmente instalado el mercado global, que es lo que verdaderamente les interesa a los que manejan el cotarro. Y hoy, cuando ya se ve perfectamente por donde van los tiros, todos calladitos buscando trabajo y mirando al cielo agradecidos cuando se encuentra. ¡Ay, que listos son algunos y que tontos somos los demás...! La verdad es muy simple, tanto que ellos mismos están alucinados de que seamos incapaces de verla... ¿Como van a decirnos la verdad?. Ni sobre esto, ni sobre nada. ¿Para qué, si somos incapaces de verla?. Además... ¡no les interesa que abramos los ojos! Hoy, como ayer y como mañana... unos trabajan y otros se llevan el dinero. Es lo lógico, lo natural, lo que ha sido siempre, ¿o no?. Y mientras ellos se frotan las manos eufóricos, nosotros hacemos cola para poder conseguir esas migajas. ¡Y gracias! -decimos aún. Los pobres, ya se sabe, solo pedimos salud y trabajo. Como uno más de los animalitos, seres indefensos de la naturaleza, primero buscamos pareja, después hacemos el nido, criamos a los hijos y ahí acaba todo. Actualmente, como se vive un poco más, los hijos nos "permiten" que llevemos a nuestros nietos al colegio y hasta dejan que los cuidemos para poder marchar ellos de viaje. Y nosotros contentos... ¡agradecidos, además!. Pertenecemos a esa época primaria en la que sentirnos útiles nos da felicidad y claro, siendo así, ¿donde está el problema?. Pues, sencillamente, en ningún sitio.