El comercio internacional impulsa la prosperidad de las naciones. En muchos países las políticas de libre mercado han creado un nivel de competencia que origina una constante innovación de productos, mejores empleos en cuanto a salarios y otros beneficios se refiere, nuevos mercados, mayor volumen de inversión y ahorros. El libre mercado tiene ventajas que van más allá del plano económico: Promociona el valor de la libertad, la consolidación del estado de derecho, la democracia participativa y el desarrollo humano.
El libre mercado ofrece mayor cantidad de alternativas y mejores coyunturas para perfeccionar nuestro nivel de vida. Provoca la competencia, alentando a las compañías a la innovación y el desarrollo de productos superiores. También lo hace instándolas a que introduzcan en el mercado mayor cantidad de bienes y servicios, manteniendo bajos precios y alta calidad, y todo esto redunda en beneficio de los consumidores.
El libre mercado está intrínsecamente vinculado a los valores democráticos. Estimula el estado de derecho y este, a su vez, fortalece las libertades vinculadas al desarrollo empresarial. Se eliminan los apremios para la corrupción, también transmite ideales y valores que fomentan una cultura basada en la libertad como valor supremo.
El Gobierno nacional acaba de definir, con una única disposición, su norte en política comercial: Subir los aranceles de introducción de 37 productos alimenticios. Hemos pasado de un intento de libre mercado al proteccionismo. Buscando articular una definición para lo que es el proteccionismo, nos encontramos con la deintrance.org: “El proteccionismo es una práctica comercial destinada a desalentar las importaciones mediante aranceles y otros obstáculos, con el objetivo de ayudar artificialmente a los productos nacionales a competir con los proveedores extranjeros”. Prefiero elaborar mi propia definición, y la formulo en los siguientes términos: “El proteccionismo es la tesis básica por medio de la cual el Estado busca maximizar los beneficios del productor nacional cerrando el mercado local a los productos provenientes del exterior mediante aranceles altos y otras barreras, lo que conlleva la negación al consumidor de la libertad de elegir el producto que desea y a un precio accesible y razonable”.
Sin caer en el tema de la retórica que utiliza el Gobierno para referirse a la medida adoptada –“no se ha subido ningún arancel, solo se restablecieron aquellos que fueron cambiados”–, los que creen en los beneficios del libre comercio, deben estar pendientes de lo acontecido, pues el apuro en la aprobación del proyecto les impidió a los actores nacionales debatir sobre sus ventajas y perjuicios. Se pretende justificar la medida proteccionista sobre la base de que la disminución de costos de los alimentos que se esperaba con la reducción arancelaria bajo la administración anterior nunca se materializó. Hacer esto es como pretender apagar el incendio con gasolina. Imponer aranceles más altos solo nos llevará a pagar precios mayores a todos los consumidores, ya que los productos que pueden ser producidos de forma más económica en el exterior se encarecen al ser introducidos al mercado local.
El hecho de que los altos aranceles encarezcan la compra de bienes foráneos hace que el productor local tenga menos competencia de los mercados extranjeros. A corto plazo, esto puede salvar algunos trabajos en las industrias beneficiadas en el país. Sin embargo, a la larga, conduce a que los consumidores tengan menos alternativas de productos disponibles en el mercado. Por otro lado, los productores no tendrían estímulo para ofrecer alimentos o artículos de alta calidad al público. En síntesis, suben (más) los precios y baja la calidad.
Este Gobierno no ha demostrado los beneficios que su política de control de precios prometía. Ahora viene con la historieta de que “restablecer” (subir) los aranceles pondrá felices a productores y a consumidores. Los únicos que ganan son los primeros, que no son aquellos campesinos encutarrados, con sombrero montuno, que tiran machete de seis a seis todos los días, sino más bien un influyente grupo de empresarios agroindustriales con suficiente poder para hacer cambiar de rumbo a la nación. Poco o nada importan los tres millones de consumidores, a los que se les encarece la vida con esta medida.
Precios registran variación de 0.9%
El Índice de Precios al Consumidor (IPC) Nacional Urbano de marzo 2015 registró una variación positiva de 0.9% con relación al mes anterior. Las mayores alzas en los precios se observaron en los grupos de comunicaciones, transporte y restaurantes y hoteles.
En marzo, diez de los doce grupos que conforman la canasta del IPC presentaron aumentos en sus precios; uno registró disminución y el otro se mantuvo sin variación. De los grupos que tuvieron variaciones positivas más significativas vale destacar comunicaciones, 5.5%, debido al alza en los nuevos modelos de teléfonos móvil; transporte 2.3%, producto del aumento en el combustible para vehículo y restaurantes y hoteles 1.7%, por el alza de precio en las comidas fuera el hogar.
Los demás grupos que mostraron aumentos fueron: bebidas alcohólicas y tabaco 0.6%; salud y recreación y cultura, ambos 0.5%; bienes y servicios diversos 0.4%; alimentos y bebidas no alcohólicas; muebles, artículos para el hogar y para la conservación ordinaria del hogar y educación con 0.1%. El grupo que mostró disminución fue prendas de vestir y calzado 0.2%, siendo la disminución más significativa en los precios de vestido completo para niñas. Finalmente, el grupo de vivienda, agua, electricidad y gas no presentó variación. Este mismo indicador no registró alzas con relación al mismo periodo del año anterior.